Hay dos momentos que recuerdo de la selección española de Javier Clemente. Uno fue el partido aquel contra Eire en la que nos jugábamos la clasificación para el mundial de Estados Unidos del año 1994. La alineación era calificada como un montón de troncos ¡esa prensa amiga! en la que había, éso es verdad, más defensas que nunca. Además de Zubizarreta, un fijo para Javier Clemente ¡y por algo sería! estaban Voro, Nadal y Giner. Además Ferrer, Hierro y Camarasa. Ya llevamos cinco centrales. Y hacia delante estaban Goikoetxea, Caminero y Luis Enrique, que también son defensivos. Y arriba, como casi siempre, el desgarbado Julio Salinas, al que vi jugar con Butragueño en el Bernabéu cuando eran canteranos en sus respectivos equipos. El partido, épico y con los excelentes comentarios de José Ángel de la Casa, se pudo ver en la televisión española de entonces, en la que triunfó España con Miguel Ángel Nadal como el mejor jugador del partido. Nada de MVP. El mejor jugador.
El otro momento fue el codazo de Tassotti a Luis Enrique en el partido de cuartos de final de España contra Italia en el mundial de 1994 al que llegamos clasificados con brillantez. España estaba dando guerra y tenía mucho potencial. Los jugadores eran fuertes, con personalidad, ¡aunque Luis Enrique habla de los complejos de los españoles en aquellos años! y con mucha técnica. Teníamos capacidad para jugar en largo, en corto, a balón parado, con defensa fuerte, con contragolpe… con razón explicaba Clemente que él se veía ganador de los mundiales de 1994 y de 1998. Y éso es La España de Clemente, el documental de tres capítulos que se pasan volando, un momento en el tiempo en el que soñamos que podríamos ganar con zambombazos de Hierro, cabezazos de Baquero y llegadas de Caminero. Y sin embargo Clemente tuvo que ceder a la presión y retirarse con discreción cuando perdió el favor de todo el mundo.
En 1993 todavía gobernaba el socialismo en España y Clemente no había hecho más que llegar. El deporte, como casi siempre, es una palanca y una estupenda oportunidad para hacer propaganda. Clemente tenía mucha personalidad y no recuerdo que se dejase abrazar por el poder y menos por el político. En 1996 cambió el panorama político en España y en 1998 parece que había prisa en el gobierno porque España consiguiese triunfos. Es ridículo ver a Esperanza Aguirre pidiendo la cabeza de Clemente después del horror del mundial de 1998 ¡eliminados desde el primer partido que perdimos con Nigeria! y me parece que buscaban conseguir una propaganda ¡los complejos! que Clemente nunca les iba a dar. Así que toda la maquinaria se puso en marcha para triturar al entrenador.
Creo que fue un error sustituirlo porque tenía un concepto del fútbol muy característico y contundente. Sus equipos estaban hechos para ganar, los jugadores le apreciaban ¡aunque en el documental no aparece ni una sola declaración de Hierro!, y es emocionante escuchar a Zubizarreta, a Nadal ¡que se sincera sobre el penalty fallado en la Eurocopa contra Inglaterra!, a Luis Enrique que sabe muy bien de lo que habla y a muchos más. Amor está fenomenal, Alkorta, Caminero y hasta Amavisca que luce pelazo a lo Rosendo. Clemente podía haber sido nuestro Sir Charles Ferguson, mucho más que él seguramente, y no le dejaron.
Y es que en el documental se aprecia claramente lo que pasó en aquella época. Dos medios de comunicación enfrentados. Uno, el de la COPE, liderado por José María García y otro, el de la sociedad española de radiodifusión, que no sé quién lo lideraba porque nunca lo escuché ni tuve la menor gana de hacerlo. Me hace gracia ver en el documental a alguno de ellos con su actitud socialdemócrata a la que tanto tenemos que agradecerle la decadencia actual del país. Qué gente más aburrida, más resentida y más oportunista.
Y de ese enfrentamiento la más perjudicado fue España, que se perdió la oportunidad de haber tenido una selección campeona muchos años antes de que lo consiguiera el método de Luis Aragonés, muy parecido al de Clemente. Además los jugadores que tenían que hacer equilibrios entre estar en la selección española, apoyar a Clemente y hacer buen fútbol en sus equipos. Una prensa terriblemente agresiva y malintencionada de la que no queda, como es normal, ningún activo ni historia que recordar, salvo la que recupera Clemente de que les gustaba presumir y comer de gorra.
Así que a Clemente al final se lo cargaron entre todos. Quizá la mayor traición es la de José María García, que claramente le dolió a Clemente, y de la que no nos repusimos hasta que llegó Luis Aragonés y puso a los chavales a correr y a tocar la pelota con aquel balón largo a Torres contra la Alemania ¡de Wallace o Ballack qué más da! y que a Clemente seguro que le sacó una sonrisa donde quiera que lo viese.
El fútbol se me hizo más aburrido después de Clemente. Los jugadores empezaron a ser más jóvenes que mi generación. Las horas de trabajo cogían ritmo y el tiempo para ver partidos de fútbol disminuyó drásticamente. Hasta que llegó el año 2008, 2010 y 2012 que ya se nos van quedando demasiado lejos.
Fue muy corta la experiencia de Clemente desde 1992 hasta 1998 aunque muy intensa y valiente. Creo que siempre le admiré por su personalidad, por los jugadores que convocaba ¡aunque Baquero siempre jugaba para atrás!, por su preparación de los partidos, por el estilo de juego que era capaz de cualquier cosa y quizá lo que se le puede reprochar es que su ambición por ganar y de ser campeón no eran contagiosas y los jugadores españoles tenían demasiados complejos.
Cañizares lo explica muy bien cuando al jugar contra Alemania en el mundial de Estados Unidos en 1994, el jugador Lothar Matthäus le preguntó si iba a jugar el partido. Seguro que el alemán le había visto en el partido, épico también, de España-Dinamarca en la que Cañizares se graduó en la portería tras la expulsión de Zubizarreta. Y esa pregunta hizo que Cañizares entendiera que no es lo que era sino cómo le veían los demás. Y así Cañizares construyó valor y rabia que debería haber sido desbordante también entre todos los jugadores españoles. Da igual, Clemente sí tenía esa ambición y nos ilusionó a una generación, la última que fue más joven que los jugadores de fútbol de la Selección española.
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