Creo que fue la primera película en la que me salí del cine. No sé cuando la estrenaron en el pueblo donde entré a verla aunque creo que con la primera violación tuvimos bastante y los niños, que éramos menores de quince años, decidimos marcharnos del cine. Es muy difícil entender la visión de Ignacio F. Iquino al final de su carrera donde se dejó llevar por la moda de la época, destape, crítica social y violencia. No llega a ser un Eloy de la Iglesia aunque se le nota su tremenda capacidad para narrar y contar historias a toda velocidad.
Lo que pasa es que la moral aparece siempre en sus películas. La culpa y el castigo surgen con fuerza y son un peso difícil de mover. La película termina preguntándose si un aborto podría haber salvado un suicidio. Antes de esa escena hemos visto violencia extrema (como para salirse del cine sin problemas), degradación, matonismo rancio de cuatro jóvenes menores de edad, entrada y salida del reformatorio sin problemas y una policía que va siempre por detrás de los delincuentes. Y han pasado más de cuarenta años, aunque no lo parezca.
La película está ambientada en Barcelona, una ciudad que no conozco bien y en la que me cuesta encontrar referencias históricas. Sí hay escenas de barrios de clase media y otras en las que los descampados junto a la playa son espacios que ofrecen poca confianza. Aún así es curioso ver que los grafitis todavía no habían llegado a la sociedad de España y los edificios abandonados conservan intactas sus paredes.
También la Barcelona serie de ferias y cosmopolitismo incluye concursos variados, y rancios, como uno de tetas que le sirve a Iquino para dar rienda suelta al más absoluto cachondeo en la película. Es un buen momento a lo Francesc Bellmunt al que Iquino pasaba más de 30 años. Muy competitivo Iquino.
También los coches, en el año 1978 la marca SEAT era mayoritaria en España. Empezaban a llegar de forma masiva los vehículos de importación aunque el 124 y el 1430 eran muy demandados por los jóvenes para realizar sus correrías. El 1430 de mi padre acabó robado y abandonado después junto a una tienda de lámparas (!) En aquella época se empezaron a vender los pitones para los vehículos, alguien se forró vendiendo cadenas que se enganchaban al volante y al embrague, y hasta la policía contrató a El Pera para formar a sus equipos en escapadas y velocidades extremas. Los coches, un motor clave de la industra en España.
Ignacio F. Iquino empieza la película y pronto se ve que no tiene ni idea de cómo terminarla. Aún así sigue escribiendo e introduciendo escenas inconexas en las que fluye la violencia, la repetición, la vejación y el desenlace, moralista final. Hay escenas bien trabajadas como en la que sale Jaime Mir Ferri, conocido como actor y sobre todo como auxiliar ciclista que siempre aparecía en televisión por la meta abrazado a los desportistas. En este caso la amiga de los delincuentes y hermana de uno de ellos ¡hasta el incesto nos ofrece Iquino!, embarazada estaba la actriz Alicia Orozco, que seduce y distrae a los aficionados al descanso y a la partida y son rápidamente pasto de los delincuentes que se hacen con la escopeta de caza del agente forestal interpretado por Mir Ferri.
Manuel de Benito también aparece en Chocolate y esta película es su debut. Se le ve muy perdido aunque cumple como un delincuente peligroso y con algo de criterio entre los cuatro destartalados y violentos de la pandilla. Joan Borrás que también aparece en Perras callejeras, es el policía superado por los acontecimientos que sabe que tiene todas las piezas y que sólo tiene que juntarlas. La violencia de la comisaría también la muestra Iquino en una escena corta que también tiene carga moral. Hay imágenes de manifestaciones reales en las que se pueden leer pancartas como «Contra violación, castración». También hay referencias a lo que hacen los rusos con los violadores.
Los violadores del amanecer es una película diferente al cine quinqui aunque coge elementos de ahí. También de la comedia catalana y hasta ofrece referencias, por ejemplo, no me extrañaría que Mariano Ozores, sin violaciones ni salvajismos, utiliza el plano socorrido de poner a un hombre encima de una mujer, con calzoncillos blancos limpios y de algodón para las películas de la España de los años ochenta que triunfaban en los cines de la Gran Vía.
Lo mejor de Iquino es su capacidad de narrar, de contar historias a toda velocidad, de hacer que los actores cumplan, en esta se recrea demasiado, y lo peor es la costra moralizante de la que no creo que nunca se pudiera deshacer. Esta película no es de dar cabezazos, es de pasarlo mal viéndola y de tener que tomar decisiones drásticas.
Más información | imdb, Flixolé
Imagen | Proyecto Naschy
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