En Alien 3 a Ripley la habíamos dejado sacrificada, calva y ñoña por la maternidad alienígena, echando de menos a su amiga de la película anterior. En Alien: resurrection el director francés Jean-Pierre Jeunet, al que habíamos visto en 1991 dirigiendo, con Marc Caro, Delicatessen, llena de grandes angulares y movimientos de cámara copiados después por otros directores, se inventó un cómic, muy al estilo de la Francia. Aquí aparece Ripley, clonada cuando la inteligencia artificial ya era una realidad, en modo madre de una reina de los Alien que es capaz de parir, en modo mamífero, un nietito profundamente asqueroso y repugnante con una lengua que no mejora la propia del Alien original.
En esta película, de 1997, Sigourney Weaver vuelve a recrear a una Ripley muy atractiva aunque la elección del peinado y del vestuario es lamentable y el tiempo ha pasado muy mal por ello. Sin embargo su personaje es tremendo porque bajo su aparente bondad hay una máquina de destruir tremendamente inteligente y rápida. Al personaje de Ron Perlman lo deja aburrido con su desprecio ¡con una pelota de baloncesto! aunque al final acaba totalmente seducido por su atractivo. También está Winona Ryder, un poco antes de ser la ladrona que se echó a perder durante un tiempo, que siente una enorme admiración por Ripley aunque no es más que una máquina de cobre y acero con el líquido de frenos, antes de hacerse negro, como fluidificador. Y termina con las dos ante un París destruido vete a saber por qué, aunque, tal y como involuciona permanentemente la humanidad, es posible que podamos ver una imagen similar pronto.
A Ripley la clonan unos científicos muy estirados que nos visten como si fueran dioses en un laboratorio. Son todo herramientas de cómic que el director maneja muy bien y que, para disfrutar la película, hay que entender qué es lo que se pretende retratar. Y es que toda la película es una lucha entre buenos y malos, como casi siempre, en la que los malos no son siempre los que te esperas.
El vestuario elegido para Ripley es bastante mejorable. El chaleco acolchado, que algunas veces tiene hombreras, le sienta fatal mostrando permanente los brazos. Aunque el pelo es horrible, una melena rizada hacia atrás y permanentemente mojada. No sé cuál fue la referencia, una especie de sansona, y el tiempo le ha sentado fatal. Sin embargo su personaje está lleno de dudas y lo mismo se siente feliz de estar en la matriz alienígena de su hija que no le tiembla el pulso mandando, cómo no, al nieto al espacio profundo, en esta ocasión en pequeños trocitos.
El final es más apocalíptico de lo que parece. La Tierra, para el director francés, es el París de una Francia a la que cada vez representa menos. Y el objetivo era mostrar la Torre Eiffel a medio tumbar y una ciudad en aparente destrucción, es como El planeta de los Simios, de Charlton Heston, aunque aquí las que maldicen son un clon y un robot. Alucinante. Demasiadas cosas nos quería contar el director francés y son difíciles de interpretar. Aunque no está nada mal el final.
En esta película los malos mueren pronto y a los alien nos los presentan como emotivos y empáticos entre los suyos. Es bastante asquerosa la imagen de la reina pariendo como si fuera un mamífero y la criatura resultante también muy desagradable, además de que se nota mucho la máscara.
La película es un cómic, siempre fue la intención del director profundamente influido por la cultura audiovisual francesa, con planos de gran angular y ritmo vertiginoso como cuando aceleras el paso de las páginas en el cómic que estás leyendo. No hay opción al cabezazo y vista, tantos años después, me ha gustado mucho más que entonces. Y Sigourney Weaver retomó a una Ripley llena de atractivo, aquí con un toque malvado que le sienta estupendamente.
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