Fernando Colomo realizó en 2006 una comedia loca ambientada en Lavapiés en la que incluye la multiculturalidad de forma muy natural y haciendo avanzar la historia. Hay conversiones al islam, carnicerías que se reinventan y restaurantes que pasan a ser locales de fiestas musicales especializadas en sonidos orientales. Y todo con el contraste de los hermanos Caín y Abel que cumplen su papel de estar enfrentados y que llegan al final, con mucha comedia desatada, a cumplir sus objetivos.
Caín es un joven impetuoso, triste y solitario que quiere ligar y vivir la vida en pareja y todo le sale mal. Está interpretado por Javier Cifrián que ofrece ritmo y velocidad a su interpretación. Abel es Asier Echeandia que es ligón, temerario e impetuoso. Son los hermanos que se complementan aunque los problemas empiezan nada más empezar la película. La primera escena, con Caín intentando sobrevivir a una cita por Internet, ya muestra que vamos a ver una comedia loca con el aliciente, además, de que la ambientación en Lavapiés es también protagonista.
Los personajes que crean Fernando Colomo y Joaquí Oristrell, los guionistas, incluyen a unos excelentes secundarios. Están interpretados por Laura Cepeda y Víctor Benjumea y son una pareja, que termina como termina, que llenan la pantalla con cada aparición. La carnicera y el músico convertido al islam, una especie de Cat Stevens en Lavapiés, se unen a las situaciones locas de comedia y se integran estupendamente en la historia. Sus personajes son tiernos y generosos y los pelillos que asoman a Víctor por debajo de su gorro islámico enriquecen la comicidad de las situaciones junto con su mirada inocente y perdida.
La historia es muy divertida y se abre y se cierra con personajes que entran y salen de forma coral. Además de los secundarios comentados aparece una banda del Perú, con instrumentos y vestuario incluidos, que viven en los descansillos y que cuando se meten en la casa de Caín y Abel sólo se echa de menos una escena a lo camarote de los hermanos Marx con todos tocando a la vez. ¡Y había una habitación con literas que lo hubiera hecho posible!
Lo más divertido de esta película es que parece que Fernando Colomo se lo pasó bien haciéndola y que se debió reír mucho en el rodaje. Hay escenas de humor muy logradas, hay muchas imágenes corales, hay situaciones absurdas y divertidas carreras de Caín entrando y saliendo de su casa.
Javier Cifrián como Caín se echa toda la película encima y roba todos los planos. Hasta Fernando Colomo deja a Caín deja dentro del plano, aunque esté en sombra, destacando sobre Abel. Las situaciones cómicas de la familia de Bangladesh son muy divertidas y cada personaje cuenta. Hay costumbrismo, aunque venga de Oriente, y hay un padre preocupado por su familia. El vestuario está muy logrado, especialmente los uniformes en el restaurante, y el ritmo es frenético. No se puede dar ningún cabezazo y se agradece que Fernando Colomo siga ofreciendo comedia loca y es bienvenido que venga de Oriente.
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