Eduardo está interpretado por Simón Andreu en otra película dirigida por Eloy de la Iglesia en el año 1977. Eduardo es un hombre privilegiado, cuando ser dueño de un Banco lo era, y vive su condición de homosexual escondiéndola aunque disfrutando de ella de forma natural.
A Eduardo le gusta ligar con jovencitos que, o se dejan por un puñado de billetes, o descubren que es una condición que también va con ellos. Algún discípulo de Eduardo aparece en la película y maneja la situación estupendamente progresando en la vida y en el trabajo. A Eduardo le gustan los desafíos y así durante toda la película su objetivo es acercarse, sólo le llega a poner el brazo por encima en el sofá, a un joven que intenta escalar en la sociedad aprendiendo en una academia todo tipo de conocimientos.
La película retrata un Madrid en pleno cambio de todo tipo: cultural, organizacional y emocional. Queda poco para la movida madrileña y todavía Madrid tiene que absorber toda la inmigración que está llegando, extendiendo y ampliando la ciudad y sobre todo eliminando las zonas marginales que aquí son claves. Y es que Eduardo busca en la marginalidad todos los recursos que necesita y utiliza para ello todo su atractivo, el físico ¡linterna de luz ultravioleta en casa!, el material ¡un Mustang por la Castellana! y el poder. Su capacidad de manipulación no tiene límites.
No se muestra demasiado aunque hay un momento de peligro cuando el personaje interpretado por Simón Andreu recibe un botellazo, de VAT69 era la época, y el plano se para sin ver los detalles. Un juego artístico que no resiste bien el paso del tiempo aunque muestra cómo los homosexuales corrían muchos riesgos por ocultar su comportamiento. También resiste fatal el paso del tiempo el tratamiento de la homosexualidad como una enfermedad y su posible cura utilizando una pastilla. ¿Quién quiere una pastilla?, parece pensar Eduardo, ¡cuando tengo mis placeres ocultos!
Eduardo está interpretado por Simón Andreu, un actor español espectacular con casi 200 películas en su haber. Es un talento natural para la interpretación que ofrece papeles espléndidos especialmente en la colaboración con Eloy de la Iglesia.
Para el director español es impresionante cómo construye ambientes por los que el paso del tiempo no se nota y que permiten descubrir una España que fue o sigue siendo. La autoridad, la orden, el mando sólo cambia de manos y siempre hay alguien dispuesto a asumir la situación. Y se puede ver cómo al poderoso le da exactamente igual lo que piensen de él. Quizá porque es poderoso o quizá porque va a seguir haciendo y disfrutando de sus placeres, ocultos o no. Por lo que peor pasa el tiempo es por el mobiliario, por los peinados, por los vestidos ¡mujeres de treinta años con vestidos tipo bata! y sobre todo por esos planos cámara en mano intentando meterse en la escena por todas partes y que quedan muy anticuados y escasamente artísticos.
Muy bien el guión aunque el final es sorprendente y lleno de imaginación. Muy buenos retratos de los personajes, lo trabajaba muy bien Eloy de la Iglesia, y anticipando lo que serán los ochenta en Madrid. El director supo retratar a los marginales unos años después. Y también a la clase media que se desarrollaba y empujaba con fuerza.
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