Kristen Stewart está en todos los planos de Spencer aunque ella sólo está actuando. Algo así, y mucho más complicado, le debía pasar a la princesa Diana. Kristen Stewart clava los gestos, las ansiedades, las preocupaciones y también las alegrías, con sus hijos, de Diana Spencer y sobre todo muestra la terrible soledad y la dificultad de encajar en un mundo que parece que le resultaba ajeno.
El director chileno Pablo Larraín debió trabajar con Kristen Stewart, que fue nominada al Oscar, con intensidad para reproducir fielmente los movimientos de cabeza, las poses con el hombro y la sensación de intensa opresión que vive en compañía de la familia real.
Y sin embargo la gente amaba a Diana. Así se lo explica su vestidora en una nota y ella no termina de entender. La película muestra a una princesa Diana que busca su libertad y que no puede acceder a ella por una tela de araña que tejen a su alrededor. Es lo que ella ve y sobre todo lo que no ve, lo que le agobia y le asfixia.
Es diciembre de 1991, nochebuena y navidad. Diana llega al palacio más tarde que la Reina y a partir de ahí todo son agobios, desencuentros, tensiones y no es necesario llegar al enfrentamiento. Y es que los ingleses son muy educados y también muy especiales en el trato. El mayor Alistar Gregory interpretado por Timothy Spall entiende la situación de Diana y también sabe que su papel es ejercer el control extremo sobre las demandas de la Reina y de su país. Diana no lo tiene tan claro y sólo quiere vivir, ¡quiero vivir! parece gritar en cada situación que tiene que compartir con la realeza.
Los encuentros de Diana con sus hijos son muy agradables. Ella los disfruta, juega con ellos, los quiere, los mima y los adora. Es otra persona cuando está con ellos. Aunque también sabe que les pone en riesgo y les ruega que le avisen cuando la vean que hace cosas estúpidas. Y ellos disfrutan con su madre y la quieren mucho compartiendo juegos y confidencias.
El final de la película es emocionante. Diana descubre la libertad, en Porsche sabe mejor, con sus hijos y con una salida viviendo la vida de forma anónima. Spencer es el nombre que utiliza para comprar comida rápida y disfrutarla con sus hijos junto al Támesis, en Londres. Y los hijos, además, se divierten con su madre.
El plano final es emotivo, ella tiene la decisión tomada. No quiere seguir viviendo una tensión, una tortura, una situación que le impide ser ella. Y a partir de ahí todo cambia. La princesa Diana descubre el calor y el amor de la gente y ofrece muy buenas versiones que siempre recordaremos de ella. Un verso suelto que no quiso aceptar todo el poder que emana de la realeza.
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