En 1994 Kristin Scott Thomas era la perversa Fiona de Cuatro bodas y un funeral. Todos queríamos que nos quisiera a nosotros aunque ella al que quería era al Charlie de Hugh Grant. Han pasado muchos años desde aquellas escenas y en la película de 2018 la hemos vuelto a ver interpretando a la Condesa, una profesora de piano inflexible, en La clase de piano (Au bout des doigts).
El director Ludovic Bernard nos ofrece en la película una historia de superación y de dignidad en la que un joven privilegiado tiene el don de tocar el piano con enorme sentimiento. Es capaz de hacer fluir la música a través de su corazón y ofrecer magia y carisma en sus interpretaciones. Por contra tiene que vencer sus prejuicios y sobre todo su orgullo para ser disciplinado y someterse a las recomendaciones de la Condesa.
Jules Benchetrit es Mathieu Malinski, un joven marginal que vive en los arrabales de París y que, para sobrevivir, no duda en participar en robos de poca monta aunque suficientes para satisfacer sus deseos marginales. Quiere tener dinero para comprar zapatillas y ropa de marca, aunque sea falsa, ayudar en casa y pasar el tiempo en la calle con sus amigos.
Sin embargo todo cambia cuando tras un robo ¡sensacional que se quede cautivado por el piano!, decide hacer trabajo social ¡la multinacional danesa ISS! en el Conservatorio de música de París y aquí aprende a encontrar su camino. Una chica le enseña el amor y el cariño aunque él la ve como alguien de otra clase social. La profesora de piano le enseña la importancia de saber tocar con sentimiento y pasión. El director del conservatorio le enseña el poder transformador de la música y lo fácil que es salirse de la buena senda.
Mathieu Malinski lucha contra sus miedos, la baja condición social, las dificultades económicas familiares, la imposibilidad de acceder a clases de piano teniendo unas condiciones privilegiadas para tocar el instrumento. Y sobre todo siente el amor y el cariño hacia su antiguo profesor de piano con el que nunca pudo tomar clases aunque le enseñó muchas composiciones, le legó el instrumento y sobre todo a tocar la música con el corazón.
El personaje interpretado por Lambert Wilson es Pierre Geithner que tiene todo en contra y que sabe como encontrar una solución al laberinto en el que se ha metido. Se enfrenta a su gestor, un personaje antipático que hace avanzar la historia, se enfrenta a su mujer por una tragedia familar y sobre todo se enfrenta a Mathieu Malinski al que provoca una y otra vez hasta hacer de él un pianista consagrado, fuerte y respetado por la comunidad.
La película está llena de historias que hemos visto muchas veces. El momento final se enreda y se retuerce para que al final todo salga bien. No hace falta tanta complicación y tragedia. Los amigos arrabaleros eran violentos y al final se hacen tiernos e imprescindibles. Mathieu Malinski es agresivo y conforme avanza la película se suaviza y atiende a razones. Y sin embargo la película funciona muy bien por cómo se presenta la música y cómo su protagonismo es total. Las emociones que provocan las interpretaciones se transmiten estupendamente y las ganas de querer mejorar y de prosperar de Mathieu Malinski son contagiosas más allá de la película. Por eso es tan atractiva y llena de carisma con los pianos y sus sonidos convertidos en un personaje más. La música, extraordinaria, la interpreta magníficamente Jennifer Fichet.
Es especialmente hermoso el piano conservado del viejo profesor que le sirve a Mathieu Malinski para mantener su ilusión por aprender y progresar venciendo miedos y prejuicios. Es imposible dar ningún cabezazo porque además se oye la interpretación al piano de la Rapsodia Húngara Nº2 de Liszt y eso hace imposible que la película nos eche, más bien al revés, nos mete y cómo, en las tribulaciones de Mathieu Malinski y queremos saber qué le ofrece el futuro a un genio del piano.
Más información | imdb
Más información | Jennifer Fichet
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