En Eiffel parece que debería mostrarse la construcción de la torre más emblemática de París y que lleva el nombre del autor. Y sin embargo no es así, es más una historia de amor y romanticismo entre dos amantes condenados a estar separados porque no tienen la misma clase social.
Eiffel sí consigue ascender por el reconocimiento de su trabajo. Ahora un puente, después el interior de la Estatua de la Libertad de Nueva York y finalmente la Torre Eiffel de hierro ¡y con remaches! para que no la puedan destruir. Ella es de clase alta y no tiene problemas de aceptación. La clase media en aquella época no existía y las desigualdades sociales eran notables. Además de la escasa voluntar de facilitar las integraciones entre los estratos sociales por parte de unos y otros.
Gustave Eiffel es un ingeniero especializado en construcciones y está interpretado por Romain Duris. Ante sus éxitos como ingeniero recibe el encargo de construir una torre para la exposición universal de París del año 1889. Antes de presentar su proyecto de Torre, que tuvo un éxito arrollador, Eiffel tuvo que lidiar con la ingeniería para responder al desafío técnico y sobre todo con los seres humanos que se montaron en el proyecto con alegría y que cuando empezó a tener problemas todos le daban la espalda.
Eiffel además no quería trabajar en la Torre. Los diseños de su equipo eran muy malos, él quería trabajar en el metro y la torre no le llamaba la atención. Hasta que una noche decidió, cigarro en ristre y volutas de humo a discreción, lanzarse a diseñar una creación que, como él mismo decía, querrían ver todos los ciudadanos del mundo. Son probablemente las mejores frases de la película, cuando Eiffel defiende la torre y se anticipa a los deseos y gustos de millones de personas que siempre querremos viajar a París.
Adrienne Bourgès es la chica interpretada por Emma Mackey. Es una joven de una clase social diferente a la de Eiffel. Cuando se conocieron estaban muy separados socialmente, cuando la película avanza, él progresa aunque el mal ya está hecho. Y la separación no tiene vuelta atrás.
Al final de la película había que mostrar la torre totalmente construida y aunque se presentan problemas económicos, problemas de sindicatos de trabajadores ¡los franceses de la Francia!, decepción de los políticos y ensañamiento de la prensa, la ingeniería triunfa. Es especialmente divertido el momento ingenieril en el que tienen que juntarse las plataformas de la torre a la altura del primer piso. El sistema creado para mover la torre y ajustarla correctamente es ingenioso y tremendamente efectivo. Y en la película luce mucho.
La ambientación es buena aunque hay un excesivo número de planos cortos para disimular la recreación de más de un siglo. También los actores están muy bien. La hija de Eiffel es un personaje que se diluye en la película y su prometido también. El socio de Eiffel, y director financiero, conoce los problemas y sabe cómo enfrentarlos, es un buen manager. Las imágenes en plano general están muy difuminadas para facilitar la recreación de la época y la Torre Eiffel, tan imponente con sus 300 metros de altura, es un pesonaje más de la película por su belleza y armonía.
Lamentablemente se echa de menos un poco más del protagonismo del Eiffel ingeniero y menos del amante. Las escenas de la construcción nos las roban una y otra vez. El diseño y la creación de la torre es inexistente aunque incluye muchas bocanadas de humo y escasos bocetos en papel. El amor triunfa y la Torre Eiffel permanece. No hay cabezazos aunque tampoco ofrece nada espectacular.
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