En la vida, como en una plaza de toros, es fácil humillar a una persona. Quizá sea más fácil en la plaza cuando sólo hay que decirle a un miembro de la cuadrilla que salga a parar el toro o que salga a poner banderillas. La venganza se sirve fría y Juan Medina, el protagonista de Chantaje a un torero, sabe cómo hacerlo.
Juan Medina está interpretado por Manuel Benítez, El Cordobés, y sufre desde la primera escena todo tipo de contratiempos. Definitivamente su frase de ‘más cornás da el hambre’ se muestra en esta película: es un maletilla sin éxito, es un delincuente, es un preso y toca fondo cuando cree ser también un asesino.
Rafael Gil es un director que en el año 1963 presenta una España de premio y castigo. Algo que caracteriza a la España de siempre. En esta película aparece la cárcel, lugares en los que se vive de forma miserable, apoderados que saben aprovechar la oportunidad, sacerdotes capaces de sacrificarse por nada a cambio, tramposos y delincuentes y, afortunadamente, una España que vive con pasión los toros.
Juan Medina es muy manipulable por Vergara, un personaje fantástico interpretado por Alberto de Mendoza, que es la perfecta representación del mal. Además de cobarde y aprovechado. En todos los planos luce estupendamente bien y nunca se mancha las manos. Es un personaje terrorífico que siempre consigue su propósito.
La película incluye imágenes de El Cordobés toreando en varias plazas. Recuerdo al menos la de Málaga aunque hay localizaciones en Alcalá De Henares, Aranjuez, Madrid, Fuengirola, Marbella, Torremolinos y hasta Munich, donde Juan Medina vuelve a nacer. Hay muy buenas figuras del torero que tiene pinta de que se lo pasó muy bien en la película y de que se arrimó, su traje manchado de sangre le delata, en las escenas con el toro.
Me gusta mucho la interpretación de Manolo Morán, un clásico en este tipo de películas, que se presenta como un hombre costumbrista que sabe aprovechar su oportunidad como apoderado del torero. Las mujeres lucen con garbo y siempre son seducidas por el atractivo del torero. Merece también mucha atención la interpretación breve aunque intensa, de Manuel Alexandre, que le muestra el camino con claridad a Juan Medina en la cárcel.
Es una película con unos colores que le sientan muy bien después de tantos años. Es un Eastmancolor fotografiado por José F. Aguayo. En 1963 El Cordobés tomó la alternativa de manos de Antonio Bienvenida y a partir de ahí su carrera fue fulgurante.
La película salta mucho entre temas, ahora el sacerdote, ahora la seducción a las mujeres, luego los malvados ladrones e intercaladas imágenes de corridas de toros. En todo caso es un cero cabezazos y un ejemplo de que aún siendo un mal actor, Manuel Benítez muestra su mejor sonrisa en casi todas las escenas y al menos le imprime pasión y deseo de que todo salga bien.
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