West Side Story se estrenó en 1961. Era un musical en imágenes del que trascendieron la música, la historia, la coreografía y Natalie Wood. En 1961 Steven Spielberg tenía quince años y que se quedó impactado con ella. Su padre tenía casi treinta años más y seguro que la disfrutó mucho más que el joven niño. He leído que Steven Spielberg había visto el musical cuando tenía diez años o sea que tenía mucho más contexto que sólo la película.
En el año 2021 se ha estrenado la película dirigida por Steven Spielberg que mantiene toda la esencia de la película de 1961. O no. Y es que cuando empiezan a salir los créditos aparecen decenas de personas especializadas en los efectos especiales. Tengo la sensación de que esta West Side Story está llena de trucos digitales que le sientan bien a la película porque permiten que la cámara, con los espectadores, se meta entre los bailes, las coreografías, el amor de María y Tony y hasta los decorados, creados para la película.
Steven Spielberg no se ha vuelto loco y ha mantenido lo más destacado de la película original: la música, que sigue emocionando y que incluye canciones que muchas generaciones nos sabemos de memoria. También la historia que sigue siendo inmortal y un clásico atemporal. La coreografía creo que es mejor aunque tiene el antecedente de que alguien se atrevió antes a hacerlo. Ahora lo que destaca es la técnica, la cámara, las capas, el ritmo y Ariana DeBose que es la gran intérprete cuando arrancan las coreografías.
En los años ochenta mientras Steven Spielberg era el Rey Midas de Hollywood recuperando el cine de aventuras adaptándolo a las nuevas generaciones, las películas musicales eran Fiebre del sábado noche, Grease, Fame, Footloose, Dirty Dancing y Flashdance. En aquellas películas mi generación aprendió lo que cuesta bailar para llegar a la fama y viendo a Ariana DeBose parece que toda aquella época está, afortunadamente, superada.
Sus coreografías son espectaculares, llena la pantalla y cantando también es muy completa. Es lo mejor de la película aunque como personaje tiene unas dudas enormes debatiéndose entre ser americana o renegar de sus raíces, especialmente cuando arranca la tragedia.
Quizá el momento vestuario es el que ha quedado más triste en la película. Los colores son muy importantes y los Jets son entre azules, negros y blancos mientras que los Sharks son rojos y amarillos. Y luego están las zapatillas de Ansel Egort, que se agotarán en las tiendas, y el vestido blanco de María con ese cinturón rojo ciñendo la cintura y los zapatos planos para amplificar la diferencia de tamaño entre el polaco y la puertorriqueña.
Brian d’Arcy James es el Officer Krupke que le da una visión intensa al personaje que duda entre cómo salvar a los chicos de una violencia creciente o aceptar la batalla entre los dos grupos que no admiten mezclarse.
El papel de Rita Moreno es mucho menor de lo que significa esta actriz que en West Side Story sabía muy bien lo que tenía que hacer con el actor George Chakiris. Su interpretación incluye un momento personal que lo disfruta a sus noventa años y que le regala Steven Spielberg para que se divierta.
Y en el final el momento definitivo, porque aunque la emoción ronda todo la película, es cuando aparece la dedicatoria de Steven Spielberg a su padre la que consigue cerrar un círculo de pasión y devoción a una película, a una música y a una coreografía que se mantiene eterna. Y con la versión de Steven Spielberg ahora además tenemos doble impacto.
Hay que agradecerle a Steven Spielberg que se haya atrevido con West Side Story y que le haya metido grandes efectos especiales para mover la cámara por donde le da la gana. Además hace la película muy actual aunque junto al vestuario, que creo que no aporta nada, los enfrentamientos entre los Jets y los Sharks se han quedado un poco fuera de contexto.
En West Side Story es imposible dar un sólo cabezazo y aunque dura más de dos horas su clasificación es de cero cabezazos.
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