‘Sin novedad en el frente’ y por qué es importante no olvidar nunca las guerras

La primera guerra mundial fue una salvajada sin límites entre un frente que atacaba y otro que se defendía. Las peleas entre trincheras, rodeados de barro y agua ¡los pies de inmersión!, las ráfagas de ametralladoras e innovaciones horribles como el uso del gas, el lanzallamas y unos tanques que se convertían, si caías en manos enemigas, en un ataúd de lata.

Sin novedad en el frente me parece un título brillante. Y es que la historia parece querer hacernos partícipes de los horrores de la guerra sin exigirnos una implicación. Los personajes son un poco fríos y los observamos sufrir en un viaje que va del cero al infinito. Los acompañamos en el barro, en las miradas perdidas, en las emociones de sus ojos estupendamente fotografiados. No sabemos de dónde vienen y a dónde van aunque los vemos sufrir, desesperarse y abandonar el mundo con poca o nula dignidad.

Hay tres tramas en la película claramente diferenciadas y todas transmiten el mensaje del horror de la guerra.

La alegría inicial de los reclutas que se transforma en miseria, dolor y desesperación al primer bombardeo. Todos van sucumbiendo al horror y ven cómo sus sueños se quedan atrapados en las llanuras de Francia.

Además el general alemán que vive en su soledad ¡y en su riqueza! y que reclama su lugar en el mundo exigiendo a los muchachos inmensos sacrificios. Es uno de los objetivos que se cumplió en la primera guerra mundial, la aparición de la clase media. Las desigualdades se empezaron a pulir y a limar y la socialdemocracia, que encarna la delegación alemana que firma la paz, ganó terreno para hacer más uniforme la sociedad.

La delegación alemana, liderada por el personaje interpretado por Daniel Brühl, es la socialdemocracia que sabe que la guerra no es lo que deben hacer sus jóvenes ciudadnos. Y es que debe ser una muesca enorme en las pirámides de población de la época lo que dejó la primera guerra mundial.

Las interpretaciones son magníficas, todos los actores se mueven estupendamente y la fotografía es extraordinaria. La ambientación es alucinante con magníficos retratos de las zonas de batalla, del sufrimiento y de la desesperación humana.

Hay muy pocas concesiones a la alegría, a la diversión, a la huida y al escape. Es una tragedia en la que el espectador se va sumergiendo despacio. Y vivimos el frío y casi nos tenemos que meter las manos, como los soldados, en la entrepierna, para entrar en calor.

Edward Berger es el director de Sin novedad en el frente, su trabajo es ejemplar desde el punto de vista artístico. Los detalle, como el barro seco de la cara del actor principal, así como los planos del ojo, fascinantes, hacen que esta película se convertirá en un clásico en el futuro.

No hay, a pesar del ritmo lento, ningún momento para dar cabezazos. Todo fluye y la película te va dando pistas para seguir avanzando. Es un horrible círculo vicioso de varias generaciones perdidas. La juventud robada, el fallecimiento que puede venir y si no, quedar lisiado, mutilado o incapacitado para vivir en el inicio del siglo XX.

Es otra película que, como nos recordaba Amsterdam, nos evoca a Nos vemos allá arriba, una obra maestra llena de belleza y amistad, de pasiones, de venganzas, de guerra de trincheras y camaradería. En Sin novedad en el frente hay pocas concesiones a la belleza, es más un retrato de la miseria humana y del porqué no se debe olvidar nunca una guerra.

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