En 1970 Maurizio Pradeaux dirigió la película Los leopardos de Churchill que se puede ven en la plataforma de Amazon Prime Video. El protagonista principal es Richard Harrison aunque también aparece Klaus Kinski que es malo, malísimo. La película es una coproducción entre Italia y España y en el caso de los españoles nuestra contribución fue, como más destacados, ellas, Pilar Velázquez, Helga Liné y ellos, Antonio Casas y Frank Braña.
El producto promete porque está entre la invasión alemana por Europa en la segunda guerra mundial y el desembarco de Normandía. Los ingleses deciden volar una presa y parece que es el mismo Primer ministro Churchill el que diseña la operación. El principio y el final de la película son escenas que no tienen nada que ver con lo que se proyecta y es que los recursos son muy limitados aunque son muy apañados en estas producciones. Es un spaguetti war con planos ¡los ojos azules!, secuencias ¡cómo derrapan los sidecares! y ambientaciones ¡el sacrificio final del actor español y la rotura de la presa! que delatan cómo se hacía el cine en los años sesenta y setenta. Y el paso del tiempo le sienta fatal.
Pilar Velázquez es una héroe de la resistencia francesa y junto a los británicos, muy finolis, tienen que ponerse de acuerdo para destrozar una presa que no me acuerdo lo que hacía aunque era un activo importante para los aliados en su ataque a las tropas alemanas.
La actriz española, que luego se casaría con Miguel Gallardo y de la que nunca más se supo, se convierte en amante del personaje interpretado por Richard Harrison, de la parte británica. Y es que Richard Harrison interpreta a dos hermanos gemelos separados muy pronto con padre británico y madre alemana. Cuando crecen uno se va por un frente y el otro por el otro. El gemelo alemán termina mal, en la primera escena, en la cama claro, ya es víctima de un cuchillo, no había picahielos en aquella época, que lo hace trizas aunque no se ve nada, afortunadamente porque la sangre en aquella época era de un rojo intenso. Aquí nos libran de ella.
El problema es que el alemán tenía una cicatriz y una novia, interpretada por Helga Liné, que cuando se vuelve a acostar con él rápidamente descubre que es traidor del hermano. Así que Helga Liné dura poco en la película y utiliza como vestuario un camisón blanco de la época y que, a pesar de que la agujerean con la ametralladora, tampoco se ve nada de sangre. Así que el personaje de Helga Liné muere rápido, es feliz y en el cielo se reunirá con su amante.
Frank Braña me parece un clásico del cine español ¡más de ciento setenta películas!, y el que está estupendo, un poco a lo Fernando Rey, es Antonio Casas. Es el dirigente de la resistencia francesa, lo que quiera que signifique éso, y al final acaba sacrificado para salvar a sus vecinos. Es un personaje muy interesante porque nunca estás seguro de lo que hace. Hace bien de francés.
Y para finalizar Klaus Kinski que hace de Klaus y de Kinski. Es un personaje muy desagradable, capitán alemán, de las SS, violento, desafiante y antipático. Maneja muy bien la ametralladora y al final descubre la traición del teniente interpretado por Richard Harrison. Aunque termina mal, como debe ser.
Era una época especial aquella de los años sesenta y setenta. Se hacía cine con la intención de entretener, un poco de picante con camisones cortos, unos disparos en ráfaga, malos y buenos, aunque los ingleses eran muy estirados. Muchas pasiones ¡cómo es el movimiento de Pilar Velázquez tumbándose en la cama abrazada con el amante! y besos muy ligeros porque había mucha censura. Algún cabezazo cae durante la película aunque la libertad, alegría y diversión que se respira en estas producciones ya no se volverá a ver jamás, al menos en España, con la llegada de los años ochenta y la Ley Miró.
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