No sé cómo llegué a La llave de Sarah (Elle s’appelait Sarah), probablemente buscando películas de Kristin Scott Thomas que me encanta desde que la descubrí en Cuatro bodas y un funeral amando en silencio, desde su altivez y frialdad, al inocente Hugh Grant. En La llave de Sarah interpreta correctamente la historia aunque la niña que interpreta a Sarah, Mélusine Mayance, se lleva todo el protagonismo.
La mirada de Sarah es brutal desde el primer plano donde la vemos jugando con su hermano disfrutando de su libertad y totalmente ajena a la tragedia que se avecina. Y es que los franceses decidieron seguir los pasos de los nazis y recluyeron a los judíos, primero en un velódromo y después en campos de concentración. En 1995 el presidente de la República Jacques Chirac, el mismo día en que se cumplía el 53 aniversario de la redada, hizo una declaración solemne en la que reconocía la responsabilidad de Francia, en el exterminio de los judíos. La historia de Sarah es un reconocimiento a aquellas personas que vivían en libertad y que nunca imaginaron que sus propios vecinos les negaran apoyo y que sus políticos les condenaran a la muerte.
Kristin Scott Thomas interpreta a Julia Jarmond, una periodista parisina que está escribiendo sobre la tragedia de 1942 y descubre que la vivienda donde vivió su suegro fue la que tuvo que abandonar Sarah. Julia empieza a hacer llamadas y a atar cabos y consigue recuperar la historia de Sarah que, añade al exterminio de sus padres, la terrible pérdida de su hermano por su intento de protegerlo. La vida de Sarah debió ser un infierno y quiso proteger a su familia de sus miserias y miedos.
Por eso el primer encuentro del personaje interpretado por Kristin Scott Thomas es muy salvaje y abrupto y contrasta con el segundo lleno de emociones y agradecimientos con un Aidan Quinn un poco forzado aunque contundente. Es horrible la vida que llevó su madre y parece increíble que protegiera tanto a su hijo.
La película cuenta dos historias, una cuenta la terrible tragedia y la otra la reivindicación de la libertad, de la memoria y del respeto que se merece Sarah y todas las víctimas. Por eso vemos a Kristin Scott Thomas deambulando por el monumento homenaje totalmente conmocionada.
En la historia del velódromo se pueden ver imágenes profundamente desagradables y que, sin embargo, pueden repetirse una y otra vez entre humanos. Por eso las escenas de libertad de las niñas escapando entre campos de colores y bañándose en el río tienen tanta importancia.
La película está dirigida por Gilles Paquet-Brenner al que habrá que seguir porque narra muy bien la historia. Las escenas de la Francia bajo el dominio nazi son muy potentes y aquí brilla el actor Niels Arestrup que, primero no quiere meterse en problemas, ¿cómo ayudarías tú a los judíos en aquella época?, y después ejerce de abuelo de Sarah con profundo amor y devoción desde que la protege en ese tren inmundo lleno de nazis camino de París.
No hay momento para el cabezazo y la película tiene un ritmo trepidante. Hay escenas de intriga que se solucionan y que se muestran al espectador de forma cruda y brutal. Y luego hay una historia de amor muy hermosa aunque no se le da protagonismo, que es la visión de Kristin Scott Thomas, americana viviendo en París desde hace veinte años, por ser feliz y dotar de felicidad a los suyos aunque no todos estén dispuestos a aceptarlo. Su compromiso es encomiable y claramente la historia de Sarah le impacta a ella también con dureza y con fuerza para seguir avanzando.
Más información | imdb
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