Las buenas películas de ajedrez se disfrutan tanto como una de robos, de pasiones desbocadas o de entretenida ciencia ficción. No sé si son un género aunque podría serlo. La diagonale du fou, que traducen como La diagonal del loco y que debería ser del alfil, está considerada como una de las mejores películas de ajedrez. Hacía tiempo que no la había visto y me animé a visitarla de nuevo.
Mantiene su vigencia aunque sea del año 1984. Quizá las nuevas generaciones no entiendan cómo el comunismo puede tener tan largos brazos, aunque para los que vivimos en aquellos años ya intuíamos cómo es el mecanismo de control. Y es increíble que en el siglo XXI siga vivo, con mucha fuerza y con un número creciente de seguidores. La película es una historia de aventuras de dos jugadores de ajedrez, uno que abandonó la Rusia y otro que se quedó. El joven y el viejo.
Michel Piccoli es el viejo Liebskind. Su interpretación es extraordinaria. Es un verdadero titán del ajedrez que aunque está mermado de condiciones, está sordo, viejo y con el corazón afectado, sin embargo, es muy elegante, rápido, valiente y difícil de roer. Es el mejor actor de la película y apetece siempre verlo en acción.
Michel Piccoli parece que representa al campeón soviético de ajedrez, Mijail Botvinnik, que aunque estaba siempre cuidado por los rusos mantenía su independencia y sus ganas de destacar. La frase del campeón ruso podría ser la que representa Michel Piccoli durante toda la película con el acompañamiento abnegado de su mujer interpretada por Leslie Caron: ‘por sangre soy judío, por cultura ruso y por educación soviético‘.
En el final está otro de los duelos que se nota que es el que debería ser, una pelea entre dos jugadores que se admiran, Sin embargo toda la película es una guerra sucia declarada por los rusos, todo es enredo, confusión y opresión en la mente buscando la rotura mucho antes de que se hablara de la salud mental de la que estos espías eran, y son, auténticos maestros. Cómo utilizan al personaje de Liv Ullman para aturdir al aspirante a campeón del mundo es dramático y miserable.
Los preparadores que acompañan a los jugadores también están estupendos. Son espías, jugadores de ajedrez, tutores de los aspirantes al título y sobre todo comunistas dispuestos a hacer cualquier cosa para fastidiar al rival.
Las partidas de ajedrez están muy bien representadas. Hay jugadas reales que los actores recrean con disciplina y pasión, especialmente Piccoli que, en una de sus victorias, no puede reprimir su alegría a pesar de su edad, de sus achaques y remarca con fuerza su voluntad de ser ruso y de dominar al rival.
El contendiente es un ruso que se exilió a Suiza y que es un gran admirador de su rival, aunque todas las partidas tienen momentos de profunda intensidad. Por ejemplo, recurrir al psíquico para distraer al rival, a algo parecido al hare krishna también para contrarrestar las intimidantes presencias del bigotudo. Además las tretas de llegar tarde, la pluma olvidada y sustituida que ¡no da suerte! y al final la salud como desencadenante del final que, sirve para reconciliar a dos amigos. Aunque ambos son muy rusos.
La película no da opción al cabezazo y se disfruta mucho. El director es Richard Dembo que hizo pocas películas aunque con esta se doctoró y se hizo inmortal, además ganó el Oscar a la mejor película extranjera. Fue el año de Amadeus, una obra maestra de Milos Forman y el triunfo de la banda sonora de Purple Rain de Prince.
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