Stephen Fleming es un político de prestigio. Está interpretado por Jeremy Irons y representa a la visión clasicista que todavía en los años noventa se podía ver en el cine. Una familia adorable, una casa magnífica, una carrera política con mando y reconocimiento como cuando era doctor. Y sin embargo hay algo que le perturba y que le vuelve completamente irracional. Es el primer encuentro con Juliette Binoche, que interpreta a Anna, la novia de su hijo y con la que se vuelve loco. El problema es que ella, sin que así lo parezca, es un huracán y también cae rendida a la pasión.
Así que toda la película, que se ha quedado un poco antigua, ofrece la pasión irracional entre dos personas que sólo se ven para amarse, para tener sexo desenfrenado, para dar rienda suelta a la imaginación, para hacer posturas contorsionistas que quedan un poco forzadas aunque quedan fenomenal en los póster promocionales, y para estar desnudos en todo momento.
Anna es un ángel del infierno. Una mujer que arrastra una culpa por la muerte de su hermano y que tiene, además, la capacidad de mantener viva la capacidad de transmitir el dolor a los que se acercan a ella. Quizá sea lo más divertido de la película que muestra, con una simple historia, cómo ella, con un pasado oscuro y violento, es capaz de transmitir su dolor a las personas que se acercan a ella.
El personaje más inquietante es la madre de Anna, que sabe lo que es capaz de hacer su hija, atraer el dolor, y que avisa a Stephen Fleming de la que se le viene encima por desear con locura, aunque en público de forma disimulada, a Anna.
Así que mientras el personaje de Jeremy Irons se desnuda para tener sexo con Anna, que se pasa toda la película con una mirada sin emociones desde su cara blanca y su melena densa ¡cuántos cortes de pelo se harían las chicas en aquellos años! su hijo vive ajeno al amorío de su padre y su mujer, que vive en la seguridad, también está ciega ante los desvaríos y posturas sexuales y apasionadas de su marido.
Y no hay mucho más en Herida. No hay opción al cabezazo aunque lo que le ha pasado a la película es que el tiempo la ha arrasado. Ya no hay familias clásicas, tampoco minifaldas de cuero y medias en las que se hacen carreras. Tampoco pasiones desbordadas y las infidelidades ya no son excepcionales e Inglaterra y Francia ya no se llevan tan bien como lo hacían en aquel momento.
La pasión desenfrenada de Anna y Stephen es de lo mejor de la película con escenas de alto contenido sexual, contorsionismo y finalmente tragedia con Jeremy Irons bajando las escaleras del apartamento completamente desnudo y entendiendo que aunque la vida puede ser maravillosa hay situaciones incontrolables.
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