‘Ford v Ferrari’ la pasión de la conducción y la búsqueda de la vuelta perfecta

‘Ford v Ferrari’ la pasión de la conducción y la búsqueda de la vuelta perfecta

Es Ford v Ferrrari (Le Mans ’66) una película que cuando se vuelve a ver se convierte en una obra maestra. La primera vez estás viendo una historia sobre un piloto con cualidades innatas que, apoyado por un mentor que es constructor de coches, quiere ganar carreras y las gana a pesar de los directivos de Ford. La segunda vez que la ves es una película llena de emociones y pasiones por las carreras. Dos amigos, al final se confiesa uno de ellos, viven y disfrutan de los coches, de la vida a toda velocidad y de las carreras. Y quieren ganar.

Se respetan y respetan a los que, como ellos, sienten la pasión. Y no les gustan los que venden coches. Es emocionante el reconocimiento final de Ferrari al piloto Ken Miles que, por una trampa de los traidores de Ford, queda segundo en Le Mans en el año 1966 por ocho malditos metros.

Christian Bale se mete en la piel del piloto Ken Miles. Habla con la boca torcida, es un reconocido fan del té y tiene un carácter endiablado. Se sabe la técnica, el reglamento y conduce con astucia, bravura y profunda convicción. Además de que es un valiente. Su muerte es tremendamente dolorosa y para Shelby parece que supuso un mazazo total.

Y es que es difícil encontrar pilotos que transmitan pasión por lo que hacen, que sepan lo que hacen y que además ganen carreras. Ken Miles a todo éso se le añadía que era un hombre completamente alejado del modelo Ford. Su coche particular era una carraca con incrustaciones de madera aunque cuando se montaba en una máquina sabía correr y era capaz de convertirse en un piloto temible.

La película es testoterónica, muy apropiada a los años que representa. Los hombres dominaban los trabajos de dirección y responsabilidad y las mujeres ¡movían carpetas de documentos! Así que para que la película no sea tan intensa hay dos personajes que ayudan a mantener el equilibrio y sobre todo a hacernos a Ken Miles más terrenal y no tan ensamblado a la máquina de la velocidad.

Su mujer y su hijo. La mujer está interpretada por Caitriona Balfe y el hijo por Noah Jupe. El padre y el hijo tienen una buena conversación y especialmente le hace ver a su hijo lo difícil que es conseguir la vuelta perfecta, aunque cuando la consigues, la sensación es fantástica.

El respeto que le tiene la película a Ferrari es espectacular. El perfil de Enzo Ferrari está interpretado por Remo Girone que les da con la mano abierta ¡antes de irse a comer! a los directivos de la Ford que fueron a Italia a tocarle los motores a la escudería del caballo rampante. Y luego, en Le Mans, su buen perder y su forma de felicitar al campeón, que no fue. Todo lo contrario de Henry Ford II que en la película está un poco ridiculizado ¡llorando en el coche cuando Shelby le pide el control total para Le Mans! aunque cuando Shelby le desafía se pone firme y sabe que puede ganar Le Mans y a Ferrari.

Está maravilloso Matt Damon que, como con Clint Eastwood en aquella película de Nelson Mandela, tiene una misión que cumplir. Aquí a las órdenes de Henry Ford II. El sombrero, la actitud en las carreras, la forma de animar a Ken Miles a superar el límite de las 7.000 revoluciones que, como se cuenta más abajo, es como si volaras.

La llave inglesa lanzada por Ken Miles a Carroll Shelby y que rompe la luna del coche, como se puede ver en la imagen inicial. ¡Enmárquela! es lo que le dice al ayudanta y al final se la devuelve al niño. Hay muchas supersticiones en la película y algunas se retratan aunque es muy complicado meter tantas sensaciones que se viven en los coches.

Ken Miles forjó su carácter durante la Segunda Guerra Mundial. Prestó su servicio en el ejército británico con el rango de Sargento desde el año 1942 y fue un destacado soldado durante el desembarco de Normandía. Llegó, como comandante de una unidad de carros de combate, a Berlín en 1944. Un héroe total que después amó y disfrutó con los coches y con su familia.

Y aquí lo que dice Carroll Shelby al llegar a las 7.000 revoluciones por minuto:

There’s a point at 7,000 RPM… where everything fades. The machine becomes weightless. Just disappears. And all that’s left is a body moving through space and time. 7,000 RPM. That’s where you meet it. You feel it coming. It creeps up on you, close in your ear. Asks you a question. The only question that matters. Who are you?

Traducción libre: a 7.000 revoluciones por minuto todo se desvanece. El coche no pesa, todo desaparece. Te conviertes en un cuerpo moviéndose por el tiempo y el espacio. Y eres capaz de sentirlo, se disfruta, se arrastra hacia ti y tus sentidos lo captan. Y entonces te preguntas, y es lo que importa, ¿quién eres?

Hay escenas hilarantes. Las mejores son las de Matt Damon junto al box de Ferrari tocándoles la moral. Primero quitándoles los cronometradores y segundo tirándoles una tuerca al suelo. Lamentablemente los Ferrari no llegaron a más y rompieron el motor a las 9.000 revoluciones ¡demasiado para los caballos! y dejaron que la fiabilidad de Ford triunfara. Si lo piensas, es increíble que se pueda construir un coche que circule durante 24 horas a la máxima velocidad posible.

La película brilla en la técnica, se nota la dirección de James Mangold, que se disfruta mucho mejor en el cine. Hay sonidos como el petardeo de los coches que se disfrutan mucho. También los ambientes y los movimientos de cámara consiguen que estés montado en un coche circulando a toda velocidad por Le Mans.

Muy emocionante, pasional y también divertida Ford v Ferrari. No hay espacio para el cabezazo y el entretenimiento está asegurado. Y la segunda vez le sienta mucho mejor a la película.

Más información | imdb

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