En Francia se hace mucho cine. Y es tan rico y variado su contenido que hacen de todo. En esta ocasión a Juliette Binoche le ponen a fregar letrinas, hacer camas en literas (arriba y abajo) y a fregar suelos cuando viene alguien a pisar lo mojado. Y todo lo hace bien Juliette Binoche, aunque no se entiende que vaya fregar con el pelo suelto, menos mal que le consiguen un coletero. Y también sale muy elegante, y ahí se le nota que lo disfruta y que se gusta viéndose así.
La película Un muelle de Normandía presenta a la actriz Hélène Lambert como Chrystèle. Junto con Juliette Binoche consiguen desarrollar una intensa y hermosa amistad que salta por los aires cuando una de ellas descubre que ha sido engañada durante los últimos meses. Y es que el trabajo de limpiadora por horas está muy mal pagado, muy poco reconocido y genera muchas insatisfacciones. Juliete Binoche, escritora de fama, decide investigarlo y no duda en meterse muy a fondo para conocer la situación real de la profesión.
Y ahí es donde el personaje de Chrystèle gana mucha fuerza y presiona a la Marianne de Juliete Binoche. Las dos amigas generan una relación basada en la confianza mutua y que se soporta en los traslados que ofrece Marianne a Chrystèle. También en cómo ayuda en casa con los hijos y sobre todo cómo las visitas al mar siempre terminan con un baño de Marianne a pesar del frío. De repente Chrystèle descubre que a pesar del trabajo que tiene, aunque tampoco quiere aspirar a más, puede tener una amiga, una vida con cariño y basada en las buenas relaciones.
Y entonces Chrystèle entiende que Marianne no existe, que es una creación de una autora de libros, que la confianza está perdida, que su amistad no se sostiene y que su trabajo, que es lo que más le importa a ella, a Marianne no le importa nada. Marianne es muy consciente de que no tiene ninguna necesidad de seguir, una vez escrito el libro, realizando un trabajo intenso, duro, sacrificado y con escasas satisfacciones más allá de la paga y del trabajo bien hecho.
Es lo mejor de la película la fuerza de Chrystèle a la que se le viene el mundo encima porque a una escritora le apetece probar, para contarlo, en qué consiste el trabajo duro, qué pasa con las familias que tienen que vivir en estas condiciones y cómo se sobrevive a tremendos madrugones por un sueldo bajo.
Y Chrystèle tiene claro que aunque gane poco dinero nunca, nunca trabajará para limpiar una casa que no sea la suya o la de su madre. Su tiempo y su esfuerzo lo controla ella ¡es libre! y su elección es vivir de forma precaria aunque con un trabajo que para ella es más que digno.
Es una película que presenta el trabajo duro, y muchas veces oculto, que realizan muchas personas en el mundo para encontrarnos después las camas hechas, los baños limpios, los suelos fregados y relucientes. Es una película que presenta una Francia alejada de los grandes monumentos, de las espectaculares avenidas, de la gente elegante y por contra presenta un ambiente de personas resistentes, con ganas de trabajar y de vivir la vida sin fingir. De ser libres, directos y muy valientes con sus elecciones.
Juliette Binoche hace una interpretación sobresaliente, siempre las hace, aunque le roba muchas escenas la actriz Hélène Lambert como Chrystèle. Se puede dar algún cabezazo aunque le final es vertiginoso y exige estar muy atento.
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