‘Cerrar los ojos’ es volver a recordar lo olvidado y entender que todo lo vivido ha tenido sentido

‘Cerrar los ojos’ es volver a recordar lo olvidado y entender que todo lo vivido ha tenido sentido

La película de Víctor Erice, Cerrar los ojos, incluye dos escenas que parecen irrelevantes y que, creo, son las que explican la película y le dotan de una gran profundidad emocional. Nuestras vidas son memorias y sentimientos, éso es lo que le dice el doctor al director de cine que fue y que está interpretado por Manolo Solo. Y el director, amante del cine analógico, divertido con las bobinas de cine y encantado con la minuciosidad del Max de Mario Pardo ¡el inmortal tísico de Fortunata y Jacinta!, tiene imágenes del final de la película que nunca vio el actor que interpreta José Coronado.

Y en ese Cerrar los ojos está la vida del actor y también nuestras vidas. Nuestra memoria se llena cuando vemos a José Coronado cerrar los ojos y nuestros sentimientos se disparan cuando las emociones de José Coronado fluyen detrás de esos ojos cerrados al terminar la película. Un actor confunde la realidad y la ficción y sólo al final de la película entiende que su vida no ha sido en vano, que al final sí rescató a la chica y que su vida sí ha tenido mucho sentido porque está rodeado de sus amigos y de su hija, una Ana Torrent con la mirada igual de viva que hace cincuenta años.

No hay ningún personaje irrelevante en la película de Víctor Erice. Todos los personajes ¡hasta el perro que levanta su cara al ver a su amo en la televisión! son fantásticos y podrían ser protagonistas. Quién no querría saber qué le pasa a la pareja con esa niña Juana que viene pronto, o querer navegar con ese marinero en su barca pequeña aunque efectiva, trabajar con la minuciosidad y el mimo de Max que conduce una furgoneta con material delicado e inflamable.

Y sobre todo quién no querría conocer al director de cine que tuvo que renunciar a su profesión por perder al actor, por perder al amor y por aceptar una vida de construcción de historias y guiones en un rincón de Almería junto al mar, en una caravana y con un huerto en el que los tomates ¡crecen y maduran! gracias al trabajo de sus manos.

La mejor escena de la película es la de los dos amigos que han terminado de encalar la pared después de estar horas colgados dándole a la brocha y están comiendo con Sor Consuelo y de repente se les ve, más a Coronado que a Solo, llenos de salpicaduras de la cal. Ese momento que debieron pasar los amigos encalando, ¡tienes las mismas manos que yo!, como cuando eran colegas en el servicio militar ¡que vuelva la mili!, haciendo nudos marineros ¡el as de guía! y sobre todo recordando cómo perdieron al amor de su vida que se marchó a vivir el sueño americano que luego cambió por el comunismo de la Argentina.

Y me imagino la ambientación de la escena ¡échale más cal a Coronado! mientras Coronado come con fruición perdido en la memoria y en el sentimiento aunque siempre estás pensando que va a mirar al personaje de Manolo Solo y le va a decir: ¿qué demonios haces aquí? Y nunca pasa.

Hay riesgo de cabezazo en Cierra los ojos porque el cine actual está lleno de imágenes rápidas para evitar que pensemos y nos enganchemos a la historia. Aquí cada escena está llena de trabajo, de amor por el cine, de detalles y de miradas. Es impresionante cuando Marta Soriano baja la tapa del piano, en dos tiempos, y cierra, con un fundido a negro, una historia que pudo ser y no fue. El director de cine se quedó sin novia porque el actor se la birló y luego no supo mantenerla y ella se perdió también.

La televisión es el mcguffin de la película que, aunque desencadena toda la historia, no tiene la relevancia de mostrar ni el pasado ni el futuro, que es donde están las emociones más importantes de la vida, y que sólo es capaz de mostrar un presente aburrido. La interpretación de José María Pou es extraordinaria y su muerte, ante el misterio revelado de su hija desde la China, trae el primer cierre de ojos que anticipa el definitivo, el del Gardel de José Coronado, que cierra los ojos recuperando la memoria y el sentimiento. Como hacemos los espectadores que nos quedamos con este regalo de Víctor Erice para recordar siempre que queramos qué es lo que nos hace relevantes en la vida.

Más información | imdb

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