Licorice Pizza es el título de la película de Paul Thomas Anderson que cuenta el amor adolescente nunca culminado, nunca satisfecho y siempre ardiente. Licorice Pizza es el argot al que se refiere el formato vinilo o elepé y además sirve para presentar el mundo analógico que había en los años setenta con el petróleo como uno de los productos clave.
Él es muy cabal, muy americano, emprendedor, indagador y terriblemente apasionado por ella. Ella es más distraída y desconfiada. También es muy generosa y cariñosa cuando siente la pasión cerca.
Hay mucho contenido en la película y está un poco deslavazado. Podría ser una historia de amor juvenil y adolescente. Hay mucho romanticismo en la relación, celos, pasión, cariño y respeto. Sin embargo hay personajes adicionales que no aportan nada aunque permiten retratar a la sociedad de la época.
Los años setenta en los Estados Unidos de América eran de consolidación del capitalismo, de coches caros, de casas enormes, de artistas famosos y de aprovechados del sistema que sabía cómo disfrutar en él. Esos personajes no hacen avanzar la película y lo que quieres ver es si los dos jóvenes acabarán encendiendo la pasión.
Los dos jóvenes viven en el sistema y él tiene mucha visión para saber cómo desarrollarse en él. Es un emprendedor que actúa en comedias infantiles, que vende camas de agua y que está muy atento a cualquier nuevo invento que se pueda comercializar basado en el petróleo o en lo que sea.
Es sorprendente ver en el cine artistas juveniles con tanta pasión y tan poco atractivo. Sin embargo empatizamos con ellos rápidamente, Alana Haim y Cooper Hoffman, son una pareja perfecta que en la película se quieren, se odian, se acercan, se alejan y se admiran profundamente.
Lo que más me gusta de la película es cómo se cuentan algunas historias. Por ejemplo cómo se describe la crisis del petróleo con el joven corriendo por California entre coches, ¡decenas de ellos!, atascados antes de entrar en la estación de servicio o gasolinera. Y su hermano avanzando en paralelo con la bicicleta separándose y volviéndose a encontrar. Y también la escena del camión, gestionar el tiempo durante la bajada por la colina californiana con la incertidumbre de la joven conductora mirando por los espejos retrovisores y la angustia de saber si lo conseguirá.
Y luego está esa escena que se puede ver en el tráiler en la que la pareja Alana Haim y Cooper Hoffman corren uno hacia otro y se pegan con la fuerza de un imán. Ese mensaje es el que me quedará para Licorice Pizza, una pareja apasionada viviendo un romance eterno de juventud. Es una película de cero cabezazos. Siempre pasa algo aunque sea despacio y cocinado a fuego lento como le gusta a Paul Thomas Anderson.
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