A través del podcast de Par-Impar llego a la película Revenge de 1990 dirigida por Tony Scott. Es el hermano menor de Ridley Scott que decidió saltar por un puente como gran final para su estupenda carrera. Tiene dirigidas un montón de películas espectaculares aunque he visto menos de las que me gustaría. Así que he recuperado Revenge, en la versión del director, y me lo he pasado estupendamente. La interpretación de Anthony Quinn es gloriosa y se disfruta en cada aparición. Los diálogos son escasos, Tony Scott en su versión lo deja todo a resolver vía imágenes.
Y la película empieza con un romance apasionado e intenso entre los personajes de Kevin Costner, que era mucho más pesado de lo que es ahora, y la Miryea de Madeleine Stowe que estaba, en los noventa, ofreciendo sensualidad a discreción. El amor de los dos inconscientes despierta la ira del Tibey de Anthony Quinn que decide, sin acabar con ellos, dejarlos hechos unos despojos. Y la venganza, aunque la película demuestra que no sirve para nada, la desata el Cochran de Kevin Costner después de ser recuperado por una mejicana a base de ungüentos, matas de plantas y cuentas de hueso con la ayuda de los personajes de Miguel Ferrer y John Leguizamo disparando a discreción en planos cortos, con contraste y con ritmo de videoclip.
El Tibbey de Anthony Quinn es un gran personaje. Es un mafioso y poderoso en Méjico que controla políticos, jueces y todo lo que haga falta para conseguir sus propósitos. El problema es que Cochran, el de Kevin Costner, es un amigo para él y cuando le traiciona ¡le deja arrepentirse y no lo hace! su ira se desata sin contemplaciones. El control de los sicarios es total y a Cochran le dejan el cuerpo hecho un asco y la cara hecha un cuadro. Cuando se recupera la venganza está servida aunque todavía siente algo por Tibbey y le deja tranquilo.
Los dos salen perdiendo porque a Miryea le espera el peor final posible y los dos se quedan heridos y sin amor. Los dos sufren, uno porque es el controlador y que estaba casado como en una especie de agradecimiento con el padre de su mujer. Y el otro porque la pasión del amor que se le desata ¡nada más verla caminar por la entrada de la casa con el caballo! es irresistible e irrefrenable cuando, además, está correspondido sin freno y con enorme pasión.
A Tibbey hay que entenderle y por eso el amigo Cochran le tiene que pedir perdón por traicionarle a él y hacerlo, además, con su mujer. Así que empatizamos con el marido despechado y con el amante totalmente violentado que no puede consumar la venganza sino que entender las decisiones de su amigo. Lamentablemente esto no cambia el triste final en el que todos pierden.
Me ha gustado mucho la versión del director porque sin apenas palabras se puede seguir estupendamente la historia y sin dar ningún cabezazo. Hay muchas imágenes de pasión sin freno entre los dos amantes y se siente el dolor de Tibbey por ser traicionado por su amigo y por su mujer. Él, que les ha dado todo ¡hasta un baile al son de La Bamba! en la que Anthony Quinn se marca otro Sirtaki con mucha más edad aunque con un estilo que desborda la escena.
Hay personajes fantásticos en la película aunque el más interesante y que daría para una serie es el de James Gammon como un traficante, o algo así, de caballos que vive la vida entre alcohol y prostitutas y que muere feliz en el coche y es enterrado junto el polvo fronterizo en la frontera de Estados Unidos y Méjico.
Más información | imdb
Sigue la conversación en @elepesypelis
‘El jinete pálido’ o para qué Clint Eastwood nos contó tantas historias
‘Smoke’ y los cuentos de Paul Auster en Nueva York treinta años después
‘The talented Mr. Ripley’ con Jude Law y Philip Seymour Hoffman viviendo la vida loca en Italia
‘Perfect days’ o cómo podemos encontrar la felicidad en pequeñas cosas y en cualquier parte
‘Ripley’ es la serie de Steven Zaillian que nos lleva a disfrutar de una Italia en blanco y negro perfecto