Llevo todo el invierno viendo películas de Cédric Klapisch. Probablemente sea tachado de lento, intenso o aburrido. Me pasa con él que me gusta ver sus películas, me gustan las escenas de comedia, creo que las consigue perfectas, me encantan las historias, me gustan los personajes y me gusta encontrarlo cuando aparece en su película.
En Tan cerca, tan lejos la historia es emocionante, divertida, de personas solitarias en París que necesitan encontrar su lugar en el mundo y además compartirlo. Toda la película estás viendo la historia de sus dos protagonistas Rémy Pelletier y Mélanie Brunet con su terapia, con su familia, con su trabajo y con su entorno, un París poco glamuroso con vías de tren, arrabalero y lleno de globalización alrededor. Y ahí está uno de los valores magníficos de la película, el empresario de la tienda de ultramarinos que gobierna su espacio con puño de hierro, que atiende a sus clientes con guante de seda y que es la mejor persona para hacer comunidad en el barrio. ¡Y será la clave de la película!

Los actores ríen y lloran. Son François Civil y Ana Girardot que ya fueron hermanos en la Borgoña con el mismo director ¡qué bien retrata a la familia! Aquí empiezan con tristeza, con temores, con sustos emocionales y deciden pasar a la acción. Tienen herencias familiares de las que no consiguen liberarse, aunque en la película se puede ver que aprenden a conseguirlo, y el paso por la terapia es clave para conseguir arreglar sus tribulaciones. El terapeuta está interpretado magistralmente por François Berléand y la terapeuta es Camille Cottin que tiene un papel menos lucido que el de él. Y es que el personaje de Rémy, rompiendo a llorar y todo, es achuchable con su fragilidad aunque resiste muy bien los embates de la vida.
El éxito adicional de la película es que los jóvenes viven al lado, no son vecinos, que hubiera sido más fácil, sino que comparten la fachada en edificios diferentes. Los dos se ven, comparten el metro, el paseo sobre las vías ¡y sin embargo no se conocen! Toda la película es un deseo de que se encuentren, de que se diviertan, de que gocen, de que disfruten y de que se centren.
Poco a poco van resolviendo los problemas y las escenas que elige el director para mostrarlo son perfectas. La vida en el pueblo de los padres de él, la vida desestructurada de ella, el trabajo basura, aunque ya veremos si lo necesitamos al final muchos más de los que nos pensamos, de él y el trabajo becado de ella. Además sus parejas, sus idas y venidas con el amor, el maravilloso gato y la estupenda música que comparten.

Y luego el tendero, interpretado por Simon Abkarian, una tienda en la que hay de todo ¡quién no quiere ir a comprar allí! con es jefe de la tienda que domina el espacio, el producto, la gestión comercial y que maneja la tienda con firmeza entre sus empleados que se distraen un poco.
Al director le funciona muy bien la comedia aunque tiene tanto gusto y delicadeza que ofrece mucho más contenido en la película. Tengo que seguir buscando a ver si ha hecho una comedia pura. Porque las historias que he visto suyas son maravillosas, pasión, emoción, costumbrismo. Parece increíble que en Francia, que nos llena de contenido socialdemócrata, tengan a Klapisch con esta oferta y esta capacidad para ofrecer historias por el mundo y también en Francia.

No se da ningún cabezazo en la película. Los personajes son bellos y fáciles de empatizar. Quizá los devaneos de ella con las redes de contacto son excesivas incluyendo una escena muy bonita estéticamente en la calle aunque de poco valor. Él está excelente con una cara de agobiado y triste que está lleno de fuerza y de pasión por dentro. Las imágenes son muy bonitas aunque no apetece conocer ese París, aunque el Sagrado Corazón al final en los planos generales es majestuoso. Todos los actores están extraordinarios y la historia es facilísima de seguir.
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