En Las muñecas rusas aparecía la novia de William que era bailarina en el ballet en San Petesburgo y aunque él no tenía ni idea de ruso se enamoraba perdidamente de Natacha. Esas imágenes del ballet eran hermosas y en, En corps, incluye muchas más y sobre todo una historia preciosa llena de luz y de alegría de vivir.
Elise es el personaje que interpreta Marion Barbeau maravillosamente. Es una bailarina clásica muy prometedora que se lesiona durante una actuación en el teatro. Tiene 26 años y su padre, su madre murió, prefiere que estudie derecho a que sea bailarina. Así que ella, con una voluntad de hierro, se anima a seguir bailando aunque ahora, porque el dolor para ballet es insoportable, danza contemporánea. El padre, lejos de volverse loco, la apoya y, acompañado de sus hijas, las hermanas, se emociona viendo a su hija siendo feliz y sobre todo haciendo lo que más le gusta y además triunfando.
En Corps engancha desde el principio. La actriz Marion Barbeau realiza una interpretación llena de vida y de alegría. La trama avanza y al final ella llega a incorporarse en la danza contemporánea. Para ello el director, me he visto varias películas de Cédric Klapisch en los últimos meses, tiene la generosa colaboración de Hofesh Shechter que le ofrece la coreografía que se convierte, en un protagonista más. Los números son espectaculares y se disfrutan mucho. Hay mucha coordinación, buena escenografía, música intensa y mucha dedicación.
Los estudiantes y los profesionales pasan unos días en una casa de campo en la que, en uno de los salones, pueden bailar. Es una de las actividades más destacadas aunque hay otras. Hay una salida a los acantilados al borde del mar con Elise disfrutando de la compañía y entendiendo, como los espectadores, que la vida sigue. Que hay que tener ilusión y que la vida nos ayudará. Si hasta el padre puede reconocer la belleza, ¿quién podría negarse a recibirla?
En la casa de campo trabaja Elise y cuando los bailarines se marchan llega otra empresa con nuevas misiones. Ahora llega una banda de música y Elise siente que las emociones son muy diferentes. El plano en el que se puede ver a los músicos muestra el profundo aburrimiento que contagian comparado con la alegría de vivir que irradiaban los danzantes.
Hay un fisioterapeuta, interpretado por François Civil, que es muy divertido. Siente mucho cariño hacia la bailarina y hasta se enamora. Sin embargo la bailarina tiene otras preocupaciones y aunque el fisioterapeuta se acerca peligrosamente al final entenderá que ella no es para él y que tendrá que seguir buscando.
La regente de la casa de campo que funciona como un hotel, estos franceses sí que saben hacer carburar el comunismo con el capitalismo, es una guía y una referencia para la joven bailarina. Además le trae a la pareja de cocineros que ¡trabajan en una food truck! Con todos esos ingredientes y una fotografía estupenda Cédric Klapisch sirve una una película brillante, hermosa, alegre. Es un canto a vivir la vida y cuando entiendes de qué va la película ya se convierte en una especie de Cantando bajo la lluvia. Y es que a partir de ese momento empiezan a pasar historias y encuentros emocionantes y te dejas llevar por las ganas de vivir. Sí, el padre es una excelente referencia en la película, es el malo, se podría decir, y es que le cuesta horrores decirle te quiero a su hija ¡justo cuando ella más lo necesita!
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