La película El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante la vi en el cine en 1990, éso parece viendo la hemeroteca. Ya estaba encarrilando la Universidad y supongo que sería en un Renoir de aquellos de Madrid aunque no me acuerdo a quién acompañaría o si sería al revés. La película es una explosión de colores y sabores que sirve Peter Greenaway con maestría y elegancia extrema. Es increíble cómo se mantiene la película casi cuarenta años después y cómo hemos evolucionado. Tristemente a peor, aquí había cine artesanal, con detalles trabajados en papel, con dibujos, con esquemas, con paciencia para hacer una película enorme e impetuosa.
Aquí hay exceso por todas partes. El más divertido es Michael Gambon que está espléndido como el mafioso, ladrón y violento, que pasa por encima de todo sin ningún rubor. Años después sería Professor Albus Dumbledore e ídolo de muchos jóvenes. Quiere a su mujer aunque la trata a palos, odia a los comensales que leen en la mesa, ama la comida y compadrea con sus invitados hasta sacarles de quicio. Además de que a sus esbirros los trata como si fuese una película de dibujos animados, con zarandeos y patadas. Es divertido de ver en los tiempos que vivimos. En el final llegará la terrible venganza y la humillación del violento con vómitos, comportamiento caníbal y un final de disparo en la frente. La historia es muy sencilla, el mafioso tiene una mujer que decide flirtear, casi de casualidad, con un comensal del restaurante al que van habitualmente. A partir de ahí se desarrolla una historia de amor y pasión entre los amantes mientras el marido no se entera de nada.

La película avanza por los gigantescos decorados, la magnífica puesta en escena y por los planos largos que consigue filmar aunque en el travelling lateral aprovecha para hacer los cambios de plano.
Técnicamente es una obra maestra y se nota la mano de Peter Greenaway con las herramientas que utiliza.
La actriz es Hellen Mirren de la que recordaba alguna escena. Es la primera vez, probablemente, que veía tanta lencería en la pantalla, toda de Jean Paul Gaultier además del vestuario en el que no recortaron apenas ¡todo es magnífico!, y éso es difícil de olvidar. Hace algunos años relacioné a la actriz protagonista con Hellen Mirren, no me acordaba de ella más que por la Morgana de Excalibur de 1981, y que ya había cumplido los cuarenta en aquellos años. Ahora soy mucho mayor de lo que era ella en la película. ¡La relatividad del tiempo!

A Hellen Mirren se le nota que sigue actuando de la misma forma. Aquí se luce con su amante y con su marido, aunque en este caso aparece luciendo unos moratones de la paliza que le propina que en los tiempos actuales realmente se ve con desagrado. Los vestidos cambian con la luz ambiental. Parece que los baños se le salían del plano lateral al director y ésto le sirvió para ampliar su creatividad y llenarlos de luz blanca perfecta y conseguir el efecto de la decoloración de la ropa. El resultado es magnífico y el juego que le permite luce muy bien. Seguramente que le han copiado en el tiempo y que él lo hizo también. Por ejemplo, recuerdo una pelea a lo Mejor imposible en un baño blanco e impoluto que queda destrozado.
El reto para los actores es dejarse llevar por los impulsos del director, que se ganó la clasificación R para la película. Y es que introduce a los amantes en los ambientes más increíbles. Los mete en un camión de comida podrida para huir mientras los muestra rozando sus cuerpos desnudos contra los trozos descompuestos, hace comer al amante libros ¡la Revolución francesa! totalmente desfigurado y cubierto de sangre. También los deja hacer el amor entre faisanes colgados y resto de material imprescindible para una cocina de autor y de calidad. ¡Cuando los cocineros eran artistas y no matemáticos!

Y es que el cocinero explica muy bien cuáles son los criterios para cobrar más en los platos. Todo lo pequeño es caro. Que haya comida negra ¡evitar la muerte comiéndosela! También la vanidad, los platos dietéticos y los afrodisíacos. ¡No hay excel y planificación que pueda con estos criterios basados en los sentidos! Qué maravilla. Ya no se hace cine así.
A lo que me cuesta más engancharme es a la música aunque como está integrada en la historia, que te seduce, ni te enteras. Hay momentos en los que se queda casi como protagonista única y entonces te das cuenta de que está ahí. No me molesta aunque nunca me hice fan de Michael Nyman. Recuerdo que por la Universidad, como estábamos todos ávidos de nuevas formas y ganas de aprender, muchos estudiantes se aficionaron a su música. Era diferente de la de Ennio Morricone, ésta de Nyman tenía mucha personalidad y estilo libre que no siempre se integraba con las imágenes.
Tantos años después me ha gustado ver El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Era una época en la que nos encantaba consumir y aprender. Aquí disfrutamos con tanto arte, espectacularidad e impetuosidad, la de los amantes, la del marido ante la vida y la del cocinero que no se arredra y que cocina al amante con todos los detalles.
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